Esta mañana desperté sin sombra.
Busqué y busqué, pero no la encontré.
Podía sentirla rozando mis movimientos, pero cada vez que miraba no encontraba nada.

¿Puede la sombra decidir esconderse? ¿Puede decidir entre quedarse o perderse?

La extraño. Necesito tanto ver mi sombra. Pero me detengo un segundo a pensar, ¿tiene sombra una idea? ¿Cómo se refleja una idea en una sombra misteriosa y oscura en la pared?

La idea llega como una chispa. Se apodera de mis pensamientos y lentamente de mi cuerpo cuando por inercia decido materializarla.

No puedo dormir cuando una idea me rodea. Me levanto, enciendo la lámpara y en mi taller las sombras graciosas se adueñan de la pared. Pinceles, lápices, cuadernos y crayones. Todos inmóviles, oscuros y con ganas de que las sombras de mis manos los tomen para crear.

Esa es la sombra de una idea. Es mi misma sombra que serpentea en la pared lo que no puedo pintar en el papel.

Esta mañana, cuándo lo noté, llamé a mi amiga y se lo conté. No se deja ver, le dije preocupada.

Búscala bien, respondió ella un poco asombrada. ¿A quién se le pierde la sombra? Pensaría ella.

Después de tanto buscar por fin el sol bajó. Llegó justo al punto donde se filtra por la ventana y de manera casi inmediata ilumia mi pequeño taller y las sombras cobran vida.

Y allí apareció. Para mi tranquilidad volví a ver la sombra de una idea. Apareció en la pared, con un foco entre las manos, el cabello desordenado y con ganas de crear.

Me quedé admirándola un rato y por fin, volví a sentir la sombra de una idea. Estamos listas para crear.